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Lenin desciende a los infiernos

Publicado: 2014-08-28

Por Paulo Coelho.

Después de hacer la Revolución Rusa, de terminar con las diferencias de clases sociales, y dedicar su vida entera al comunismo, Lenin finalmente murió. Por ateo y por haber perseguido a los religiosos, termina siendo condenado al infierno.

Al llegar allí, descubre que la situación es peor que en la Tierra: los condenados son sometidos a sufrimientos increíbles, no hay alimentos para todos, los demonios están desorganizados, Satanás se comporta como un rey absoluto –sin ningún respeto por sus empleados o por las almas castigadas que sufren el suplicio eterno.

Lenin, indignado, se rebela contra la situación: organiza marchas, hace protestas, crea sindicatos para los diablos descontentos, promueve rebeliones. En poco tiempo, el infierno está patas para arriba: nadie respeta más la autoridad de Satanás, los demonios piden aumento de salarios, las sesiones de suplicio no se llevan a cabo, los encargados de mantener encendidas las hogueras hacen huelga.

Satanás ya no sabe qué hacer: ¿cómo va a seguir funcionando su reino, si ese rebelde está subvirtiendo todas las leyes? Intenta encontrarse con él, pero Lenin, alegando que él no habla con opresores, le envía un recado a través de un comité popular, diciendo que no reconoce la autoridad del Jefe Supremo.

Desesperado, Satanás va al cielo a conversar con San Pedro.

¿Se acuerdan ustedes de ese sujeto que hizo la Revolución Rusa? –dijo Satanás.

Lo recordamos muy bien –respondió San Pedro–. Comunista. Odiaba la religión.

Es un buen hombre –insiste Satanás–, aunque tenga sus pecados, no merece el infierno; ¡al final, trató de luchar por un mundo más justo! En mi opinión, él tendría que estar en el cielo.

San Pedro reflexionó unos momentos.

Me parece que tiene usted razón –dijo finalmente–. Todos tenemos nuestros pecados, y yo mismo llegué a negar a Cristo tres veces. Mándelo para acá.

Loco de contento, Satanás vuelve a su casa, y envía a Lenin directamente al cielo. En seguida, con mano de hierro y alguna violencia, termina con los sindicatos de demonios, disuelve el comité de almas descontentas, prohíbe las asambleas y las manifestaciones de condenados.

El infierno vuelve a ser el famoso lugar de tormentos que siempre atemorizó a los hombres. Loco de alegría, Satanás se pone a imaginar lo que debe estar ocurriendo en el cielo.

¡En cualquier momento aparece San Pedro golpeando la puerta, pidiendo que Lenin regrese! –rió para sus adentros. ¡Ese comunista debe haber transformado el paraíso en un lugar insoportable!

Pasa el primer mes, pasa un año entero, y ninguna noticia del cielo. Muerto de curiosidad, Satanás decide ir hasta allá para ver qué está sucediendo.

Encuentra a San Pedro en la puerta del paraíso.

¿Y cómo van las cosas por aquí? –pregunta.

Muy bien –responde San Pedro.

¿Pero está todo en orden?

¡Claro! ¿Por qué no habría de estarlo?

Este tipo debe estar fingiendo, –piensa Satanás–. Va a querer mandarme a Lenin de vuelta.

Escucha, San Pedro, ¿ese comunista que te mandé, se ha portado bien?

¡Muy bien!

¿No hubo anarquía?

Por el contrario. Los ángeles son más libres que nunca, las almas hacen lo que les viene en gana, los santos pueden entrar y salir sin marcar horario.

Y Dios, ¿no protesta por este exceso de libertad?

San Pedro mira, con un poco de lástima, al pobre diablo que tiene delante.

¿Dios? Camarada, ¡Dios no existe!


Escrito por

Carlos Castillo Peralta

Soy ingeniero, con Posgrado en Gestión Pública. Capacitador. Consultor. Apasionado por la lectura y las tecnologías.


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DIVAGANDO

Una reflexión crítica sobre política y otros temas...